viernes, 19 de septiembre de 2008

El olfato

Fue un duro golpe a mi sentido olfativo,
en plena calle,
a plena luz del día.

Era tu olor, nítido, en medio de la multitud,
lo sentí, afilado y letal.

Se introdujo por mi fosa nasal,
y no me dio tiempo de razonarlo,
pues los olores son endovenosos,
y van directo a lo profundo del cerebro.

Me detuve e indague por ti,
pensando que quizá no te habría visto,
pero solo encontré rostros desconocidos.

Retrocedí unos pasos y te busque,
husmeando como lo hacen los canes,
cuando perciben un olor apetecible. Pero no pude hallarte.

Durante unas horas pude retenerlo,
y saborearlo, como un vino añejo,
tu inconfundible olor.

He vuelto muchas veces por esa calle,
tratando de capturarlo otra vez,
pero el resultado es siempre el mismo, no te huelo.

Y es que los olores no son como las voces, o las imágenes,
no se pueden recordar, o evocar, simplemente son.

Desde algún lugar del mundo, lanzaste esa emanación,
como un mensaje encriptado y puro.
Ahora transita errante como el polen de una flor carnívora.

Y llego a mí para volver a salir, y seguir su viaje,
sin saberlo tú, me ha llenado y conmovido.
Tu olor ha vuelto, para no regresar.

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